Recorrer la trayectoria profesional de Pascual Serrano (@pascual_serrano) supone echar la vista atrás y encontrar a un joven periodista que, sin serlo todavía, mientras recorría países como México, Venezuela, Cuba, Argentina, Iraq, Jordania, Gaza o el Líbano, deseaba ejercer una profesión que podía suponer un arma (informativa), como dice él, “que solo tenían los poderosos” y que debía ser entregada al pueblo, cual Robin Hood. Fundó uno de los primeros medios digitales independientes, Rebelion.org, y hoy colabora en una decena de publicaciones españolas y latinoamericanas. Ha escrito diversos libros con la defensa del buen periodismo y el ataque a las malas prácticas profesionales como temas principales. Actualmente dirige la colección de libros A Fondo, sobre temas de actualidad, en la editorial Akal.
¿Qué palabras o conceptos definen el buen periodismo?
Son varias las condiciones que debe tener el buen periodismo. El concepto más obvio e indiscutible es la verdad. A continuación, yo añadiría el contexto y los antecedentes para poder explicar la realidad, porque sin esos elementos la verdad no basta. Por último, creo que el periodismo debe servir a una sociedad y a unos valores. Debe servir a la paz si se vive un conflicto, a la justicia social, a la defensa del medio ambiente, a los derechos humanos. Si no se pone al servicio de todos esos valores, una sociedad no necesita que haya periodismo.
¿Qué es importante tener en cuenta para elaborar una pieza periodística sobre política parlamentaria de calidad?
Como tantas veces he señalado, el contexto. Es decir, debemos contar lo que dice un político y también lo que hace, lo que promete y también lo que incumplió, lo que consigue y también lo que defraudó. Y otra cosa que pocas veces se hace: no limitarse a reproducir sus declaraciones. El periodismo debe ser capaz de confirmar si lo que ha dicho el político es verdad o demostrar que es mentira. Si nos limitamos a reproducir su voz no estamos sirviendo a la sociedad, solo somos un altavoz que reproduce algo que puede ser mentira. Y en ese caso estaríamos mintiendo, no vale decir que nos engañó el político. El periodista tiene la obligación de buscar la verdad, no de creérsela para repetirla.
Empezó en el periodismo con la veintena de edad ya avanzada, tras sus viajes por toda Latinoamérica y parte de Asia. ¿Fue este recorrido experiencial el que le llevó a enfocar su carrera profesional hacia el difícil, pero gratificante mundo del periodismo?
Digamos que consideré que la información, la verdad, como decía Rodolfo Walsh, podía ser un arma. Un arma que yo veía que solo tenían los poderosos. Tal y como hizo Prometeo, que robó el fuego a los dioses para dárselo a los mortales, debíamos conseguir robar el arma de la información a los poderosos para dársela a los pueblos.
¿Qué diferencias manifiestas encuentra entre el tipo de periodismo que se hace en Europa y en Latinoamérica, en especial en países como Venezuela o Argentina?
En primer lugar no es igual todo el periodismo latinoamericano. Creo que en Argentina o en México se hace un gran periodismo. El periodismo europeo es más sutil y refinado en su intencionalidad pero, como decía Manu Leguineche, le sobra agua mineral y directivos. Por contra, el defecto de algún periodismo latinoamericano es confundir el periodismo de valores con el panfleto y la militancia. Lo que sí quiero dejar claro es que en América Latina existe un debate sobre la democratización de la comunicación y los medios que ya quisiera yo que estuviese en España.
Perlas. Patrañas, disparates y trapacerías en los medios de comunicación, Medios violentos, Desinformación. Por los títulos de sus obras de investigación periodística parece ser que tenga una relación de amor-odio con su profesión. ¿Es una labor de compromiso para la mejora y evolución del periodismo la que trata de realizar a través de sus libros?
No es solo mejora, sino denunciar el control que ejercen los grandes poderes sobre el periodismo y reivindicar su democratización. Por otra parte, intento alternar libros de denuncia (Desinformación o Traficantes de información) con otros de esperanza. Libros como Contra la neutralidad o ¡La prensa ha muerto!: viva la prensa buscan ofrecer una visión optimista de lo que se puede hacer y se está consiguiendo.
¿Cuáles considera que son las causas de la pérdida de credibilidad para el público de diversas cabeceras españolas en los últimos años? ¿Cuáles “se salvan” hoy en día?
Son muchas. Básicamente porque apostaron por un modelo empresarial que necesitaba el apoyo de los poderes económicos. Necesitaban grandes bancos inversores o prestamistas, grandes firmas anunciantes y la connivencia de gobiernos que apoyaran a esas grandes empresas. Al final terminaron trabajando para esos intereses, la gente les dejó de creer, después con internet les dejaron de comprar, los anunciantes de publicitarse. Y así se han ido hundiendo. No se pierde nada con muchos de ellos. La opción son medios cooperativos que no dependan de grandes bancos ni anunciantes, pero necesitan el apoyo de la ciudadanía. Fíjate, no estoy precisando línea editorial, sino modelo de funcionamiento que no dependa del mercado. Prefiero no citar nombres para que no haya olvidos injustos. Si me lo permites, en mi libro ¡La prensa ha muerto!: Viva la prensa se repasan varios ejemplos y se explica su modo de funcionar y su contabilidad.
Fue uno de los pioneros en el emprendimiento periodístico a través de Internet gracias al lanzamiento de Rebelión. ¿Cree que ese potencial que encontró en la naciente Red de mediados de los 90 se ha desarrollado en la actualidad de la manera debida?
El panorama ha cambiado mucho. Yo mismo pienso que el modelo de Rebelion.org ya no es válido. En aquella época, ya hace casi veinte años, no había apenas espacio para hacer un periodismo independiente. Solo nos podíamos conformar con desmontar algunas noticias manipuladas de los grandes medios, sacar del ostracismo a magníficos analistas vetados en los medios o dar la voz a algunos colectivos silenciados. Ahora, con la crisis del periodismo empresarial, las oportunidades son diferentes. Está surgiendo un nuevo periodismo colaborativo (Eldiario.es, La Marea, Infolibre, Mongolia, JotDown, Ctxt, etc.) que puede conseguir hacer otro periodismo que los experimentos alternativos que iniciamos en los noventa no podían. Es decir, pueden pagar un sueldo a los periodistas, tener un corresponsal en Londres, un enviado especial en Ucrania, analizar los papeles de Wikileaks, revisar todos los días el BOE… Esa es lo opción que, creo, debemos apoyar ahora, no la de aquella voluntariedad militante de Rebelion.org.
¿Qué han supuesto las redes sociales para la evolución o desmejora del periodismo y de la profesión de periodista?
Tienen sus luces y sus sombras. Entre sus sombras, que están simplificando el mensaje y el análisis. Es lo que intento describir en el libro La comunicación jibarizada. Eso supone que la interpretación del mundo se hace muy difícil con ese formato que, no solo está en las redes, es que ya nos condiciona para todo. Por otro lado, se está perdiendo la coherencia en la presentación de la actualidad. Antes, uno se acercaba a Le Monde Diplomatique o a La Razón y tenía toda una serie de secciones que mantenían una cohesión editorial. Ahora el lector puede leer una noticia de internacional en Le Monde Diplomatique, una de España en La Razón, otra de Economía en Expansión y otra de Sociedad en Público. Para un determinado público que parte de unos conocimientos previos y se sabe manejar resulta enriquecedor, pero para un ciudadano que no dispone de una cultura previa lo dejará más perdido. Como elemento positivo, hay que reconocerlo, está el hecho de que han roto con el dominio de la agenda mediática que tenían los grandes medios. Las redes ahora pueden elevar a asunto de primer orden algo que los medios silenciaban. Otra cosa es que la ciudadanía en las redes eso lo haga con buen criterio o no. Por último, y este como elemento negativo, es que ahora no hemos democratizado la información pero sí hemos democratizado la desinformación. Ahora todos podemos desinformar y llenar de rumores y bulos la actualidad.
¿Cuáles son los momentos más especiales o importantes que has vivido como periodista y cuáles desearías o te hubiera gustado vivir?
Han sido muchos: los últimos meses de la guerra civil en El Salvador, las negociaciones de paz entre los zapatistas y el gobierno de México, diferentes procesos electorales y referéndums en Venezuela, los inicios de Telesur como directivo, las entrevistas a dirigentes campesinos y guerrilleros en Colombia, los campamentos de Hezbolá en el Líbano, los lanzamientos de misiles en Gaza, la tensión prebélica en Bagdad. Me hubiera gustado vivir la situación de la Unión Soviética y de la Europa comunista del Este para poder comparar de primera mano aquello con la situación actual.
¿Cuál es el panorama actual del mundo editorial español enfocado en los libros sobre periodismo escritos por periodistas? ¿Reciben interés?
Me temo que el panorama es similar al resto del mundo editorial. Se lee poco. El dilema de los libros de periodismo escritos por periodistas es dónde te sitúas entre dirigirte a los profesionales o estudiantes, por un lado, o al público en general, por otro. A veces creo que son colectivos incompatibles, que el exceso de profundidad y de especialización del primer sector lo convierte en árido para el público en general. Y que si me dirijo al público en general no digo nada de interés para los profesionales.
¿Cuál es el último libro escrito por un periodista que has leído, ya sea sobre periodismo o no, y que recomendarías?
Estoy leyendo Crisis del sistema, crisis del periodismo, de Ramón Reig, y Desconexión digital, de Robert W. McChesney.