Luis Miguel Belda (@luismiguelbelda) es redactor jefe en TodoStartups (@todostartups), medio digital informativo sobre emprendedores, negocios y startups, y profesor de la Universidad a Distancia de Madrid (@UDIMA), donde además investiga sobre periodismo social y lenguaje inclusivo. Ha publicado tres libros sobre estas temáticas: Periodismo social. Libro de estilo de Servimedia (Ed. Servimedia, S.A., 2006), Periodismo social. El compromiso de la información (Ed. Servimedia S.A., 2014) y Los nuevos modelos y modos del periodismo. En ‘Comunicación social y accesibilidad’ (Ed. Dykinson, 2014).
¿Has migrado a la lectura de prensa a través de la tableta o del móvil o todavía eres de los que (simbólicamente) se pringan las yemas de los dedos pasando páginas de papel?
Reconozco ser de los migrantes, y de un día para otro, sin traumas, hasta el punto de no reconocerme en poco tiempo como aquel que durante años extendía con orgullo el periódico de papel sobre cualquier mesa de café, lo que hoy me parece ciertamente incómodo por comparación con cualquier tableta, incluso Smartphone. Si a eso se une que una lectura hoy en papel no puede competir con la actualización disponible de un formato digital, sorprende doblemente que todavía existan iniciativas que presentan su producto en tamaño sábana: nada indicado, por ejemplo, para leer en los aviones o trenes de hoy, por lo demás.
¿Cómo definirías el buen periodismo?
Como aquel que practica quien, dentro de la cordura, es honesto, competente, empático y, en general, buena gente: no creo en el gran periodismo hecho por periodistas personalmente indeseables. Ya nos lo advirtió aquel colega polaco: en casa, cínicos, no.
¿Existe esperanza para el buen periodismo a través de los medios nativos digitales o los tradicionales adaptados – o no – al digital ofrecen buenas prácticas periodísticas todavía? ¿Qué queda por hacer en periodismo?
El periodismo es un ser vivo que, como tal, se reproduce, nace, se desarrolla y muere, y vuelta a empezar, y todo eso lo hace desde el preciso instante en que un periodista es conocedor de un hecho, lo relata y lo difunde. Eso es lo que queda por hacer en periodismo: lo que es en sí mismo el periodismo, ya sea por medio de los nativos digitales, ya por lo que llamamos modelo tradicional, que no es tal en el fondo, puesto que continente y contenido es nuevo a cada instante, en cada proceso de construcción de la noticia como he descrito. ¿Podemos teorizar al respecto? Hasta la eternidad, pero lo que cuenta es que el relator no mienta a sus lectores sobre lo relatado, y eso es lo que nos interesa a todos de lo que el periodismo puede, o debe, hacer, y seguir haciendo.
¿Qué función cumplís los investigadores y docentes de Periodismo para el crecimiento, mejora e, incluso, salvación del propio periodismo y de los medios de comunicación?
Al periodismo lo deben salvar los lectores, oyentes, espectadores, los mismos que ahora, de un tiempo a esta parte, lo están condenando. Los de enfrente, los actores del periodismo, tanto académicos como profesionales, y mixtos, deben someterse a las cuatro reglas básicas del ejercicio de esta profesión que es la que, por un lado, les salva, salva al propio periodismo y salva a los receptores. Reglas ya mencionadas como la honestidad, la que me parece preferente después de que hayamos logrado consensuar por fin que la objetividad no solo es imposible, sino en algunos casos hasta contraproducente. A lo que un docente debe aspirar es a lo mismo que un profesional, a ser decente: no quiero imaginar un imbécil gobernando la agenda setting (y he visto de todo como Rutger Hauer en Blade Runner), porque, además, eso también lo percibe el lector, y lo castiga, o premia, en caso contrario. Contestando directamente a la pregunta, una de las misiones del investigador debe ser, precisamente, advertir de que la estupidez y el cinismo no aterricen en las redacciones. ¡Ah! Y que sus artículos y ensayos hablen de periodismo, para empezar.
¿Qué tiene de gratificante la investigación y docencia en comparación con el trabajo como periodista, propiamente dicho, en medios?
En el fondo no se distingue tanto una tarea de otra, lo que cambia es el receptor, que en un caso es el ciudadano común interesado en saber qué ocurre a su alrededor y, en otro, el alumno, igualmente interesado en instruirse: el hecho informativo o el hecho educativo, que es el mensaje, debe llegar a su destino de igual modo bien escrito, cierto, respetuoso con los actores que son aludidos y aderezado de explicaciones que ayuden a su comprensión. Podría decir que, en ocasiones, por experiencia propia, encuentro más ‘tensión’ en una facultad en un momento dado que en una redacción, lugar en el que se presupone que dicha tensión es permanente; pues no, no siempre es así y, como ya he dicho, hasta eso lo percibe el lector (también el alumno).
¿Crees que es más complicado explicar a tus alumnos universitarios lo que es el buen periodismo o practicarlo en tus publicaciones? ¿Por qué?
Explicar el buen periodismo, como practicarlo, sí que es subjetivo. Lo que para un profesor supone una clase magistral, para un alumno puede ser un pestiño, como, del mismo modo, lo que para el cronista la suya es ejemplo de periodismo del bueno, para el lector solo un engrudo escrito por un misántropo. ¿Qué es más complicado y por qué? No lo sé. Lo que sí sé es lo que es menos complicado, pero eso lo sabe todo el mundo hasta que se complica la vida.
¿Existe hoy un verdadero compromiso de los medios con la sociedad? ¿Cuáles son las claves para realizar periodismo social de calidad en medios de comunicación?
Hace unas pocas semanas, en un congreso nos reunimos investigadores y alumnos para intercambiar amables puntos de vista sobre la enseñanza del periodismo y el futuro del sector, hasta que despertamos todos del feliz sueño cuando un ponente que representaba a la empresa informativa y los recursos humanos sentenció: los medios están para ganar dinero. ¿Es este el fin de un medio, su compromiso con la sociedad? Un medio no parece estar llamado a comprometerse con la sociedad; en todo caso, se presenta como aliado de tendencias con el fin de congregar en torno a sí a eventuales compradores de su producto. La prensa es un negocio, no es una ONG, pero no quiero ser yo quien diga eso; simplemente lo sé y lo he oído decir, lo que no quiere decir que esté de acuerdo. Opino que también es posible obtener gratificaciones desde el compromiso honesto con la sociedad, pero me temo que es materia que aún no se imparte en ninguna escuela de negocios, la de lograr beneficios haciendo periodismo para ciudadanos, no solo para clientes. En cuanto a hacer periodismo social, en mi doble condición de coautor de un manual sobre la materia, solo se me ocurre decir que es lo más fácil de todo, pues es (o debe ser) intrínseco al periodismo en sí. No hay que hacer esfuerzo adicional alguno si se ejerce bien el oficio, y ni siquiera pienso en esa excolega innombrable húngara que zancadilleó a un refugiado sirio y a su hijo. Pienso mejor en el medio que envió a un corresponsal para entrevistar a ese padre, gracias a cuya mediación hoy encuentra cobijo en España: eso es periodismo comprometido.
¿Utilizan los medios de comunicación, por lo general, vocabulario más o menos inclusivo en sus páginas?
Advierto una evolución curiosa en general. En los últimos años hemos pasado de titular con voces como ‘inválido’, ‘deficiente’ o ‘minusválido’, proscritas por los colectivos que representan a las personas con discapacidad, a atenuar su uso de modo progresivo, en un alarde de buen gusto, más que nada, y a volver a recuperar de nuevo aquel uso con una naturalidad que ya no estoy seguro de que deba ser reprendida, como en su día hacían dichos colectivos llamando airados a las redacciones y reclamando la supresión de dichas expresiones. Hoy vuelvo a ver titulares donde se emplea la voz ‘minusvalía’, sin que ello presuponga menoscabo alguno, como atestigua el texto de la noticia. Así que, sí creo que hemos mejorado en el contenido y ya no tanto en el continente, pero hasta creo que lo primero es lo realmente importante y lo otro casi una cuestión de estética.
¿Cuál es el panorama actual del sector editorial en el campo de los libros escritos por periodistas, sobre todo en la publicación de estudios e investigaciones periodísticas, como en tu caso? ¿Reciben interés?
Mi único temor es que la obra ensayística que producimos los investigadores españoles sea leída solo por los investigadores españoles, y creo que algo de eso está pasando. Más allá de que nuestros libros también son leídos forzosamente por nuestros estudiantes, en las estanterías de las cada vez menos librerías españolas que tienen a bien dedicar un espacio a la comunicación encuentro preferentemente obra de consagrados mundialmente, del tipo Jarvis y las clásicas reediciones de Wolf o Capote; y con dolor creciente, cada vez en estantes más próximos a los libros de autoayuda.
¿Cuál es el último libro que has leído sobre periodismo y cuál recomendarías?
Herramientas digitales para periodistas, de Ana I. Bernal Triviño. Permíteme añadir Peor hubiera sido tener que trabajar, de José Yoldi. Recomendaría cualquiera de los que vincula el periodismo con lo digital, como hace 40 años era recomendable que todo periodista aprendiera mecanografía, o, cuando menos, supiera escribir con dos dedos aunque rápido.