El fotoperiodista y documentalista David Segarra (@davidsegarra) es un libro de experiencias en sí mismo. Como él mismo dice “la belleza que a veces encontramos en el periodismo es la expresión de las pequeñas verdades que los periodistas han peleado por descubrir y por compartir”. Él lo ha luchado a base de bien y, gracias a ello, ha encontrado la bondad y la hospitalidad del barrio de Guarataro, en Venezuela, considerado uno de los más peligrosos de Latinoamérica, o la voluntad y el esfuerzo de los padres y madres palestinos por ocultar a sus hijos con cuentos llenos de ilusión las calamidades bélicas que retruenan el suelo a pocos pasos de sus casas. Eso ha hecho Segarra: descubrir para contar, ver para explicar.
¿Es necesaria la vocación para que una persona decida enfrascarse en un terreno laboral tan complicado como es el del fotoperiodismo?
En mi opinión para que cualquier actividad humana se realice con profundidad y calidad es necesaria la vocación, es decir, el amor por el trabajo que se hace. Eso ha sido así desde los primeros recolectores, cazadores, campesinos y artesanos de la historia antigua hasta los reporteros, cronistas o fotógrafos de hoy en día. Todos aquellos periodistas o proyectos periodísticos que destacan tienen detrás una historia de esfuerzo, voluntad y lucha. Platón nos enseña que la belleza es el esplendor de la verdad. La belleza que a veces encontramos en el periodismo es la expresión de las pequeñas verdades que los periodistas han peleado por descubrir y por compartir.
Formaste parte del grupo fundador del diario L’Avanç. ¿Cuáles son las claves para emprender hoy en día en periodismo en comparación con finales de los años 90?
Cada época tiene sus dificultades y sus oportunidades. El periódico L’Avanç nació de la voluntad de un grupo heterogéneo de activistas y profesionales que llegamos a la conclusión de que era necesario un medio independiente, libre y en valenciano. Iniciamos el proyecto en 1999. Justo al finalizar el siglo XX. Internet estaba en sus inicios. Montamos la primera web informativa valenciana con capacidad para los lectores para publicar noticias, fotografías y comentarios, algo que hoy es un estándar y que nos costó no pocas críticas. Curiosamente ninguno de los fundadores era periodista. El propio periódico se convirtió en una escuela de periodismo. Y con el tiempo fueron llegando periodistas licenciados y estudiantes. E incluso colaboramos con universidades. Así que fuimos un periodismo colectivo, que se fue construyendo a sí mismo. Hoy a través del crowdfunding y las redes sociales nacen proyectos como Sentit Crític, Tres Deu o Samaruc. Eso es una ventaja. Pero la crisis económica ha hundido las empresas periodísticas y ya no hay ni radio ni televisión valencianas. El desempleo en el ámbito del periodismo y el audiovisual valenciano es masivo. La realidad, por tanto, nos sigue obligando a seguir peleando por nuestra autonomía e independencia como periodistas.
¿Qué es importante tener en cuenta para realizar un documental o un reportaje audiovisual que entretenga y capte la atención del espectador al tiempo que aporte información de calidad?
Michael Moore lo expresa muy claramente: al hacer un documental hay que pensar, en primer lugar, que se está haciendo cine, se está haciendo una película. El documental es sólo el canal audiovisual del periodismo de autor. Mis referentes en documental nunca han hecho un sólo documental. La obra periodística de Eduardo Galeano y García Márquez es pura literatura, tan llena de humanidad, amor y guerra que se puede sentir y ver casi como si fuera cine. De las fotografías de Koudelka y Salgado se puede decir otro tanto. Encontrar la belleza y el sentido en el horror y el caos de las sociedades modernas. En el fondo es lo que el ser humano ha hecho siempre: construirse un sentido que nos contaba Patricio Guzmán citando a Deleuze. Eso es el documental, la fotografía y todo periodismo: el oficio más antiguo del mundo. Contar historias.
¿Qué te llevó a fundar la productora Guarataro Films en Caracas? ¿Cuál es el panorama actual del periodismo que se realiza en Venezuela?
He vivido ocho años en Venezuela. Y la razón de la productora es el mismo en Valencia que en Caracas: contar las historias silenciadas, las historias de la gente de abajo, los anhelos y los dolores de las mayorías, de los nuestros. El Guarataro es el barrio donde he vivido con otro compañero de L’Avanç, el valenciano Vicent Chanzà. Para los medios es sólo uno de los barrios más peligrosos de América Latina. Para nosotros ha sido nuestro hogar. Donde nos han acogido y donde nos han dado la oportunidad de vivir. Desde allá hemos realizado una decena de documentales. Y en los últimos años una treintena de videoclips. El hecho de tener una productora propia también tiene como objetivo mantener la autonomía y la independencia. Te confieso que el primer año envié currículums a todos los medios: radios, diarios y televisiones. No fui aceptado en ninguno. Así que tuve que buscarme la vida por mi cuenta. De hecho, el cien por cien de los currículums que he enviado en esta vida han sido rechazados. Desde aquí quiero darles las gracias a todos los empleadores que nunca me emplearon. Así, me obligaron a ser independiente. No ha sido fácil, pero gracias. Muchas gracias.
¿Qué destacas de tu experiencia profesional en Gaza y que recoge tu libro fotográfico?
Para mí el periodismo es sobre todo un camino. Para aprender a vivir y tratar de compartir lo que encuentro. Gracias al periodismo he conocido a supervivientes del Holocausto, a los indígenas de Perijá y el Amazonas, y también Palestina. En Palestina he descubierto el amor a la tierra, a la família, a la comunidad y a la educación cuando todo parece perdido. La sociedad palestina se sustenta en los pilares de saberse una civilización milenaria, plural y diversa, enamorada de su cultura y de su tradición. Como en La vida es bella de Benigni, cada padre y cada madre se han convertido en maestros de vida, sacando fuerzas para cantarles y contarles cuentos a sus hijos cuando llueven las bombas del cielo. Como en Farenheit 451, cada palestina y cada palestino han memorizado el libro de sus historias, de sus ancestros y de sus sueños. Y, por eso, aunque el fuego de los soldados queme sus bibliotecas, sus escuelas y sus universidades, su memoria es indestructible. Mi labor ha sido únicamente ser un pequeño espejo que refleje la magnitud de lo que allá se juega. El libro Viure, morir i nàixer a Gaza, de la editorial Sembra Llibres, une 25 crónicas de lo que viví y escuché allá, junto a 100 fotografías de la vida cotidiana palestina. Y, también, pidiendo ayuda a los maestros, incluimos poemas y pensamientos de autores de ayer y de hoy de las civilizaciones mediterráneas.
¿Qué nos puedes adelantar acerca del libro y el documental en los que estás trabajando en estos momentos, Terra. Viatge a l’origen?
La experiencia en Gaza me hizo reflexionar sobre nuestra sociedad, sobre nuestra identidad y nuestras raíces. Cuando hablas con los más mayores del Maestrat, Els Ports, l’Horta, L’Alcoià o El Comtat encuentras los mismos rostros curtidos por el sol, por el dolor de la posguerra y el amor a la tierra. Creo que nuestros mayores, nuestros pueblos, nuestras montañas y nuestras comarcas guardan el tesoro de lo que hemos sido y de lo que podemos ser. Pienso que en nuestra gente existe una templanza y una sabiduría que en estos tiempos de crisis económica y civilizatoria es necesario redescubrir. Viajar y conocer otros pueblos me ha permitido querer y valorar mucho más nuestro humilde, pero nuestro, pueblo. Creo que si nos ha dado la vida y la tierra en la que hemos nacido, es de justicia escuchar lo que tiene que decirnos. Durante décadas nos han llamado llauros, paletos, provincianos, meninfots, muelles o aldeanos. Todo ello no es sino el miedo y el desconocimiento ante la potencia de la gente de la tierra. Creo que está llegando el momento de hacer justicia a nuestros ancestros y a nuestros mayores, ya que son ellos los guardianes de un mundo que nosotros en las ciudades hemos perdido. Ellos que han visto caer bombas del cielo, que han nacido en dormitorios de alquerías, que han caminado descalzos en las montañas y que se han bañado en las acequias. Nuestros abuelos y abuelas son los que pueden enseñarnos a superar las dificultades y a querer mucho más el milagro que es la vida. Y qué es eso tan pequeño y tan nuestro como es ser valencianos, en un mundo sin rumbo.
¿Cuál es el panorama actual del mundo editorial enfocado en los periodistas y comunicadores que escriben o no temática periodística? ¿Reciben interés?
Yo creo que sí. Los periodistas brillan especialmente cuando tienen tiempo para profundizar. Justamente los primeros libros de Sembra han sido de periodistas. Lluitant contra l’oblit, de la periodista del Levante Laura Ballester es un ejemplo. Por no hablar del libro de fotografías del 15M de Germán Caballero. Además de la velocidad y el ruido, también tenemos la profundidad y la belleza. Además de los tuits, todavía existen los libros. Mis documentales han sido emitidos en televisiones y todos están en internet, pero los libros están fuera de la pantalla. Son ellos los que pueden perdurar décadas, son los libros los que tienes en tu habitación, sobre tu cama, en tu mochila y que puedes leer bajo un árbol. En un mundo cada vez más virtualizado, lo físico cobra un valor mucho mayor. La tecnología, como la moda, va y viene. Pero los buenos libros se mantienen. Las historias que nos mueven, que nos transforman, perduran.
¿Cuál es el último libro que has leído sobre periodismo y cuál recomendarías?
Disculpadme, pero me veo obligado a aprovechar la oportunidad para recomendar toda la obra periodística de Galeano, García Márquez y Kapuściński. También la poesía de Estellés y de Mahmud Darwish, el libro Génesis, de Sebastiao Salgado, así como Societat Anònima, de Vicent Flor, y la serie documental El siglo del individualismo de Adam Curtis. Imprescindibles son todos los documentales de Werner Herzog, Patricio Guzmán, Erik Gandini y Tarik Saleh, así como el insuperable documental Baraka. Y también Cómo nos venden la moto de Ramonet y Chomsky. El último libro que he leído es Al Azraq el blau, de Just Sellés, sobre la resistencia de la gente de aquí a la conquista. Pero el libro que estoy releyendo con atención crítica es el fundacional Nosaltres els valencians, de Joan Fuster. Periodismo es eso precisamente: querer aprender. Escuchar. Y compartir. Creo.