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“El espacio que se dedica al periodismo musical es puramente decorativo”

Pedro Espinosa. Entrevista 360 Grados Libros
“El buen periodismo es el que denuncia la explotación y la vulneración de los derechos humanos”. Foto: Blanca Castillo

¿Cómo os sentiríais al ser pioneros en algo como periodistas? Es el caso particular de Pedro Espinosa, que se puede considerar el primer profesional de la información en retransmitir las peripecias de una expedición de alta montaña, incrustado en ella. Día tras día. Crónica tras otra relató lo que Juanito Oiarzabal, que se convertiría gracias a esta aventura en el sexto hombre en el mundo en pisar las catorce cumbres de más de ocho mil metros del planeta, lograba. Espinosa, líder de la mítica y ya desaparecida banda de rock vasco Potato, también ha dedicado la mayor parte de su carrera al (infravalorado, en muchos medios) periodismo musical en prensa.

¿Cómo definirías el buen periodismo?

El buen periodismo es el que, además de cumplir las reglas básicas del oficio, ¿Qué, quién, cómo, dónde, cuándo, por qué, para qué?, comprueba siempre la noticia, es riguroso, investiga, indaga, busca sus fuentes y cuenta las cosas de la manera más objetiva con un lenguaje claro y comprensible. Y, por supuesto, no es nada complaciente con el Poder. Todo lo contrario: denuncia la injusticia, la explotación y la vulneración de los derechos humanos.

¿Qué le ha aportado el trabajo como periodista en prensa, radio y televisión?

Me ha permitido desarrollarme como persona, conocer gente muy interesante y poder vivir con un trabajo que me apasiona porque tiene mucho de creativo. No hago distingos entre los medios. La mayoría de mi vida profesional se ha desarrollado en la radio. También he trabajado varios años en prensa escrita y, aunque he realizado algunos vídeos y documentales, no he tenido la oportunidad de conocer la televisión por dentro.

¿Crees que se hace actualmente un buen periodismo musical en los medios generalistas? ¿Y en los especializados?

Creo que a la profesión se la ha degradado y desprestigiado. Desde que comenzó la última crisis han sido miles los periodistas despedidos tanto en los medios públicos como privados y esto se nota. Las condiciones en las que trabajan la gran mayoría de compañeros son penosas. A los más veteranos, a los que a lo largo de su vida han acumulado experiencia y beben de diversas fuentes se les ha marginado o directamente jubilado. Respecto al periodismo musical podríamos decir lo mismo. En los medios generalistas el espacio que se dedica no solo a la música, sino a las artes y a la cultura en general es mínimo, puramente decorativo. No hay programas especializados porque los profesionales no pueden especializarse y en los especializados creo que ocurre algo parecido: las condiciones son indignas y se trabaja más por voluntarismo.

¿Cómo fue para un periodista que por deformación profesional encuentra la noticia o la historia en cada rincón una aventura como la de subir el Himalaya en 1999 junto al montañero Juanito Oiarzábal? ¿Y a la hora de relatar la experiencia en su libro?

Sin duda fue una de las mejores experiencias de mi vida y también una de las más duras. Murieron dos personas de la expedición. Yo solo llegué hasta el campo base, pero fue todo un honor y un orgullo retransmitir en directo la llegada a la cima de Juanito Oiarzabal, lo que suponía ser el sexto hombre en el mundo en pisar las 14 cumbres de más de ocho mil metros del planeta. Ningún periodista hasta entonces había ido retransmitiendo día a día durante un mes a razón de cuatro y hasta cinco crónicas diarias las peripecias de una expedición de alta montaña incrustado en ella. Llevaba un teléfono móvil experimental de Iridium que conectaba con una red de satélites que me fue muy útil. Estamos hablando de la prehistoria de la telefonía in hilos. Escribir el libro era una obligación y una liberación. Tardé cinco años que me vinieron muy bien para desdramatizar, contar las cosas desde mi punto de vista y reírme de mi mismo en la distancia. Hay que recordar que yo ni era montañero ni deportista, más bien todo lo contrario, y pasé por situaciones muy difíciles que, pasado ese tiempo, resultaban patéticas.

Estás el frente, junto a Elena López Aguirre, de Ediciones Aianai. ¿Qué tipo de publicaciones realizáis? ¿Es fácil sacar adelante una editorial como la vuestra cuando el sector está tan dominado por unas pocas mucho más grandes?

Nos hicimos editorial a la fuerza pues habíamos escrito un libro y nadie quería publicarlo, lo cual nos sorprendió pues estábamos convencidos de que no solo era necesario e interesante sino que era rentable, es decir, que la gente lo iba a comprar, como así fue. Hablo de Hertzainak, la confesión radical, una biografía oral sobre uno de los mejores grupos de rock vascos, que era también una visión de la década de los 80, no solo desde el punto de vista musical, sino también político, social y cultural. Lo sacamos en 1993. Luego siguieron Del txistu a la telecaster. Crónica del rock vasco; Potato, la utopía de una Euskadi Tropikal; Historia del rock vasco, edozein Erico jaixetan y Neskatxa Maite. 25 mujeres que la música vasca no debería olvidar. El  hacérselo uno mismo es gratificante. Ya lo dice la canción: “you can get it if you really want” (“tú puedes hacerlo si realmente lo quieres”). El convertirnos en editorial nos dio más trabajo, pero, como digo, también muchas satisfacciones.

¿Un libro sobre periodismo o escrito por un periodista para recomendar?

Cuando era joven me entusiasmaban los libros del llamado Nuevo Periodismo Americano: Tom Wolfe, Hunter Thompson y esa pandilla de zumbados. También me encantan el maestro Manu Leguineche, Vasilli Grossman, Kapuściński y Serguey Dovlatov, un periodista ruso del que recomiendo el libro El compromiso, que editó la también vitoriana editorial Ikusager. En cuanto a los periodistas musicales, déjame que cite a Diego Manrique, Jesús Ordovás, Pablo Cabeza y, por supuesto, Elena López Aguirre.