Con el mundo de la corresponsalía de guerra alzada entre la preocupación y la espera de negociaciones fructíferas tras la desaparición de los tres periodistas españoles en Siria, apasiona encontrar a colegas de profesión que continúan realizando su trabajo en pos de la comunicación y del compromiso por seguir contando lo que sucede en las zonas en conflicto más peligrosas del planeta. Como Mikel Ayestarán (@mikelayestaran), que informa sobre lo que acontece en Oriente Medio desde la inseguridad y la libertad del trabajo como freelance y una vida profesional que carga en una mochila con 24 kilos de capacidad para informar.
¿Qué supone el periodismo para ti?
Una forma de vida para mí y para toda mi familia que ha tenido que adaptarse al ritmo que marca la actualidad en Oriente Medio. Durante 8 años he sido una especie de enviado especial permanente, 8 años en los que he pasado más tiempo viajando que en casa con una zona de acción que va desde Túnez a Afganistán. Desde enero de 2015, vivimos todos en Jerusalén. Un gran salto que nos permite estar juntos.
¿En qué momento decides dejar Gipuzkoa y un puesto de trabajo en una redacción para no solo hacerte freelance, si no también ejercer tu profesión en países en conflicto?
En 2005, tras ganar el premio Manuel Alcántara para periodistas jóvenes y cuando había cumplido el tiempo necesario como redactor en El Diario Vasco (periódico de Gipuzkoa) para pedir una excedencia de cinco años. Estos dos factores me ayudaron a probar suerte. No podía pedir a un diario local que me enviara a la guerra, así que lo intenté por mi cuenta, aunque con la red de la excedencia. Una red que ya no tengo, por cierto.
¿Cuáles son las ventajas y los inconvenientes de ser periodista freelance?
La ventaja es la libertad de movimientos; el inconveniente la inseguridad que generan los periodos en los que hay poco trabajo. Es fácil estar arriba en los momentos de breaking news; lo complicado es mantenerse como freelance. Hay que ser de ‘motor diesel’. Yo he tenido mucha suerte al encontrar medios como los diarios del grupo Vocento y EiTB (radio televisión pública vasca) que han confiado desde el principio en mi trabajo y lo siguen haciendo. Ahora también soy parte del colectivo 5W, iniciativa en web para crónicas de larga distancia en la que habrá espacio para todos los freelance que trabajan la información internacional.
¿Esa idea actual de periodista ‘orquesta’ o multitarea se multiplica al cuadrado en el caso de un periodista freelance de conflictos y paz?
Cuando empecé a trabajar en el extranjero y a hacer todo por mi cuenta era algo pionero, pero ahora se ha convertido en el pan nuestro de la mayoría de colegas. Las nuevas tecnologías, los nuevos teléfonos y cámaras facilitan el trabajo en multimedia, aunque cada uno debe saber cuáles son sus límites.
¿Qué labor están cumpliendo, tanto positiva como negativa, las redes sociales para el mundo del periodismo y, sobre todo, para los corresponsales y reporteros de guerra?
Se han convertido en fuente de información y te permiten además interactuar con gente que está en la mitad de los conflictos, así como con analistas, expertos y con tu propia audiencia. Por otro lado, ayudan a consolidar la marca personal de cada periodista. En esta época en la que todo es a la carta, la gente prefiere seguir ahora a un periodista concreto antes que a un medio.
¿Qué nunca puede faltar en esa mochila de 24 kilos con la que viajas en busca de la noticia?
Dos ordenadores, dos cámaras de vídeo, dos teléfonos, dos cascos, dos discos duros, dos Moleskine, bolígrafos, cableado… Todo doble menos el trípode, que solo llevo uno. En la última guerra de Gaza se me rompió y tuve que recurrir a los remedios palestinos para equilibrar los planos.
Aunque actualmente ya no fumes tanto tabaco de manzana, ¿continúas viendo la confraternización con la sociedad del país en el que te encuentras en cada momento como una forma más para conseguir fuentes y conocer de cerca lo que se vive en cada conflicto?
Fumar es un placer y sigo haciéndolo en estas pipas, pero he reducido el consumo a una por semana como mucho. Procuro que sea en buena compañía, pero si no la tengo me acerco al Jerusalem Star, en la puerta de Damasco, y fumo en solitario viendo a la gente pasar.
¿Cuáles son los momentos más duros y más gratificantes que has vivido como reportero en lugares como Túnez, Libia, Egipto o la India y cuáles te hubiera o te gustaría vivir?
Los más duros son las noches de bombardeo, las horas en carretera con la incertidumbre de la existencia de puestos de control del bando enemigo, la pesadilla que sucede a cada coche bomba, la paranoia del riesgo de secuestro, los hospitales de Gaza llenos de niños muertos y heridos en la guerra de 2014. Y lo más gratificante es la paz, ese momento único en el que callan las bombas.
¿Cuáles son las claves para la elaboración de una pieza periodística de conflictos y paz veraz y de calidad?
La primera y más importante de las claves es estar en el lugar. Después se trata de hacer lo mismo que harías en tu barrio o ciudad: hablar con la gente que está allí y contarlo. Para la macropolítica ya están los analistas y tertulianos. Un enviado especial a un conflicto debe hacer las fotografías que se encuentra cada día y trabajar libre de agencias.
Actualmente resides en Jerusalem con tu familia, como has comentado. ¿Cuál es el panorama actual del periodismo allí? ¿Qué trabas te has encontrado a la hora de ejercer tu profesión?
Los grandes medios mantienen sus corresponsalías de Oriente Medio en Jerusalén, aunque ahora no hay tanta presencia internacional como hace unos años. Entre la prensa española, el decano es Eugenio García Gascón (Público y Radio Euskadi) y para mí es la gran referencia a seguir en el conflicto. No hay grandes trabas para trabajar y los trámites con los ministerios de Información de Israel, Ramala y Gaza son sencillos.
¿Cuál es el último libro que has leído sobre periodismo y cuál recomendarías?
El camino a Meca, biografía espiritual de Mohammed Assad, un joven periodista y viajero austriaco, judío de nacimiento, que acaba convirtiéndose al Islam y viviendo en Palestina y Arabia Saudí. Me ha encantado porque es un doble viaje físico e interior. Una recomendación que siempre hago es El camino más corto, del maestro Manuel Leguineche.