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“He disfrutado entrevistando hasta a puros fraudes con dos piernas”

Marta Robles. Entrevista 360 Grados Libros
“No hay ningún otra arma de seducción comparable a la de escuchar”. Foto: Alberto Roldán

¿Qué fue primero, el huevo o la gallina? ¿Qué quiso ser primero Marta Robles (@martaroblesg), periodista o escritora? Tal vez lo segundo, pero hoy por hoy es imposible anteponer ninguna de sus dos trayectorias profesionales para referirse a ella. Con más de 30 años contando historias y ofreciendo información de calidad al lector/público/radioyente, Robles ha presentado recientemente su décimo libro (en esta ocasión, junto a Carmen Posadas), Usted primero (2015), sobre buenas maneras, rituales secretos y todas aquellas reglas no escritas.

¿Cómo definirías el buen periodismo?

Como una herramienta para cambiar el mundo. Al menos eso era lo que pensaba en mis años de universidad. Y, aunque pasados los años he visto demasiados periodistas que temen a los poderosos en vez de hacerse temer por ellos, creo que los sigue habiendo dispuestos a ejercer su poder y a convertirlo en esa perfecta herramienta para cambiar el mundo. Más allá de eso, el buen periodismo es el arte de contar la verdad con rigor y la máxima objetividad. Requiere ordenar los hechos, sintetizarlos y hasta traducirlos y ofrecerlos con el interés suficiente como para que, quien los recibe, preste la atención que merecen. En el periodismo no solo hay que intentar contar la verdad, además hay que saber contarla.

¿Cuáles son los momentos más especiales o importantes que has vivido en tu carrera profesional y cuáles desearías vivir o te hubiera gustado vivir?

A estas alturas de mi vida y de mi profesión, con treinta años de trabajo a mi espalda, creo que todos los momentos que he vivido, más grandes o más pequeños, han tenido su importancia y su interés. Tengo la suerte de disfrutar en un charco como si me encontrara en el centro del océano. Hace mucho que aprendí a descubrir la importancia y el valor de los asuntos de menor envergadura. En todo caso, para mí fue un privilegio entrevistar al coronel del Ejército Rojo, al jefe de transmisiones de la plaza de Tiannamen, a Strassera, a Desmond Tutú, a María Kodama, a Clinton, a Ray Bradbury, a Michael Ende y a tantos otros, en aquellos Veranos en El Escorial, en Telemadrid. También lo fue estar haciendo informativos cuando detuvieron a Artapalo y poder dar la noticia. Me gustó la primera entrevista que le hice a Fraga en la SER casi como si estuviéramos en un ring de boxeo. Pero he disfrutado de todas las entrevistas que he hecho en mis veinte y en mis cincuenta a políticos, artistas, empresarios, aristócratas y hasta a haraganes o puros fraudes con dos piernas. He entrevistado a las personalidades más importantes del mundo y a otras que parecían serlo menos, pero que también tenían su historia.  Y creo que siempre he pensado que las entrevistas han sido el mejor regalo de esta profesión, por tener la posibilidad de escuchar y de aprender. Entre las últimas que más he disfrutado, siempre las de Arturo Pérez-Reverte, las de Eslava Galán, las de Fernando Marías, las de Manuel Vicent, etc. En general siempre las de escritores a los que admiro y respeto y que, en general, son amigos. Me gusta hablar con ellos, me divierten más que el resto de los mortales. Ellos y los científicos. María Blasco, por ejemplo, siempre me resulta interesante. Y no solo porque esté al frente del CNIO. Lo único que me ha faltado y me hubiera gustado vivir ha sido una corresponsalía. He trabajado en todos los medios. Y he hecho todo lo que se puede hacer en esta profesión: programas de tele, de radio, noticias, crónicas, reportajes, entrevistas y artículos, pero me ha faltado una corresponsalía. A ser posible de guerra. Me gusta reconocer el terreno antes de contar las cosas. Lo hago para mis novelas. Y me ha faltado hacerlo como periodista.

¿Qué han supuesto los soportes digitales para evitar el anclaje de medios tradicionales como la prensa, la radio y la televisión en desactualizadas formas de dirigirse a su público y de responder a sus necesidades?

Los soportes digitales han supuesto mucho para la vida, en general, de los seres humanos. Para empezar nos han hecho más humanos, nos ha separado del resto de los mortales. Los seres humanos somos los únicos que intercambiamos nuestros conocimientos. Y gracias a los soportes digitales ese intercambio se ha multiplicado. Eso lo dicen los científicos más prestigiosos del mundo y yo lo suscribo. Pero además ha hecho que la información evolucione, al tener que exponerse a su velocidad y también a la respuesta del público. Creo que aún estamos en un proceso de adaptación. Es importante saber algo que suele decir Iñaki Gabilondo: que en la Red hay mucha información, igual que hay mucha agua en las inundaciones, pero no toda es potable.

Has pasado por prensa, radio y televisión. ¿Qué te ha aportado cada uno de estos medios de comunicación en tu bagaje periodístico?

Cada medio tiene su encanto. La radio tiene esa intimidad mágica que resulta tan encantadora para quien la hace. La televisión tiene el milagro de la imagen. Y la prensa tiene el interés de hacer las cosas en soledad. Si me dijeran que me cortara los dedos de una mano no sabría cuál elegir. Aquí me pasa lo mismo. He trabajado en prensa, radio, televisión y, por supuesto, también en Internet, donde he tenido una revista online. Pero a mí el medio me da igual. Lo que me gusta es contar historias y hacerlo bien. Y, sobre todo, antes que cualquier otra cosa, lo que me gusta es observar, vivir, descubrir, reflexionar, procesar y narrar. Lo que más me gusta es escribir.

¿Qué se debe tener en cuenta para enfrentarse al micrófono o a la cámara de televisión y dar una información en directo clara y de calidad?

El tiempo. Lo más importante es saber en cuánto tiempo tienes que contar lo que vas a contar. A partir de ahí, hay que evitar la sobreactuación y tratar de no olvidar algo tan sencillo como ese famoso concepto periodístico de las 5 “W” o, lo que es lo mismo, al contar una información es preciso decir “qué”, “quién”, “cuándo”, “cómo” y “por qué”. Y luego lo demás, dependiendo del género en el que se encuadre lo que se cuenta. Pero esa es básico. En televisión, en radio y en prensa.

Te embarcaste en tus inicios en el fallido Canal 10 y has vivido desde cerca el nacimiento y evolución de la televisión privada en España. ¿Qué se ha logrado y qué se ha perdido a nivel periodístico gracias a las televisiones privadas frente a la pública?

Mi primera experiencia televisiva fue en el fallido Canal 10, sí (la primera televisión, rodeando la ley, privada). Y fue una experiencia excepcional al lado de grandes de la televisión como Daniel Écija, por ejemplo, o Santiago Alcanda. Y, a partir de ahí, trabajé en TVE, Telemadrid, Telecinco, Antena 3 y algunas televisiones locales. He vivido, sí, el nacimiento y evolución de las televisiones desde dentro y desde fuera. Por desgracia creo que con ellas se debía haber logrado más pluralidad de la que existe y que si no se ha conseguido es porque hay demasiada gente al mundo de la comunicación participando del negocio de la comunicación. En todo caso, no creo que se haya perdido nada. Solo se ha ganado. Que haya solo una televisión pública me parece además de antiguo e impensable, muy peligroso. Cuando yo era pequeña, la televisión paralizaba el país. Ahora eso no pasa. Y, además, las televisiones se ven de otra manera, con varios soportes al lado, con el IPad para consultar sobre lo que nos cuentan, el móvil para retransmitírselo a los cercanos, etc.

¿Qué ha supuesto Jesús Hermida en tu carrera profesional?

Jesús Hermida es un gran profesional al que tengo mucho cariño. Me dio mucha pena su muerte, personalmente, porque le quería mucho y profesionalmente, porque le admiraba mucho.  Pero, la verdad, no creo que Jesús haya sido especialmente significativo en mi carrera. Le conocí cuando trabajaba en Tiempo y quiso que trabajara con él justo cuando me fui a Canal 10, así que, no pudo ser en ese momento. Varios años después, cuando yo dirigía y presentaba Si amanece nos vamos en la SER me llamó para hacer un casting para un espacio de reportajes dentro de su programa. Y eso fue lo que hice con Jesús: presentaba  -en una aparición muy breve- una sección de reportajes. Luego también estuve como contertulia en alguno de sus programas en varias ocasiones. Es decir que ni me siento “chica Hermida”, ni nada por el estilo. Lo pasé muy bien cuando trabajé a su lado, por él y por todo el equipo que lo rodeaba. En especial Milagros Ayllón, una de sus productoras más brillantes. Y aprendí mucho viendo cómo trabajaba, pero no siento que haya habido un antes y un después en mi carrera por Jesús Hermida. Creo que ha habido otros profesionales que han marcado más mi carrera: Jesús Maraña, Nativel Preciado, Carlos Aguilera, Javier Rioyo y muchos más.

¿Cómo te enfrentas a la escritura de un libro? ¿Es más complicado que plantearse la redacción de un artículo periodístico?

Depende del libro que vaya a escribir. Lo primero es determinar si es de ficción o de no ficción. Yo, que siempre quise ser escritora, precisamente por el enorme respeto que le tengo a la escritura, empecé con libros de no ficción que tenían mucho más que ver con mi quehacer diario de periodista. En todo caso, antes me ponía a escribir casi sin pensar en la estructura, pero de eso hace mucho. Ahora establezco la estructura desde el principio y sé lo que voy a escribir casi hasta el final. Planifico mucho todo y dedico mucho tiempo a documentarme e incluso simplemente a pensar sobre lo que quiero escribir antes de ponerme a hacerlo. Luego dibujo un esqueleto que es el que me va guiando. A veces es cierto que una conversación, un detalle, algo que veo o que siento me hace que lo que escribo cambie rotundamente de dirección, pero no me pongo a escribir sin saber qué voy a contar y cómo quiero a hacerlo.  Y sí, es más complicado que plantearse la redacción de un artículo periodístico, sobre todo por la extensión. Eso no significa que haya artículos geniales y novelas o ensayos que sean abominables. Escribir en corto puede ser un arte. Y, además, tiene su técnica. Pero lo cierto es que yo, después de tantos años de trabajo, controlo bastante bien las extensiones y los tiempos. Y es cierto que me gusta contar con estructuras clásicas. Lo que pasa es que el inicio, nudo y desenlace de una novela en el periodismo suele cambiar de orden. En un artículo, en alguna ocasión, sirve, pero yo creo que tiene más impacto recurrir también en los artículos a la pirámide invertida y relatar los hechos al revés. Es decir, es mejor contar primero quién fue el asesino y luego lo demás.

En tu último libro hablas junto a Carmen Posadas sobre códigos sociales y normas no escritas de comportamiento. ¿Cómo os planteasteis la escritura de este libro? ¿Respeta la sociedad española por lo general este tipo de normas sociales en España o, por el contrario, es bastante “rebelde” en este sentido?

La idea de este libro surge en uno de nuestros habituales almuerzos. Carmen y yo somos amigas desde hace años y solemos comer juntas e intercambiar ideas sobre la vida, el mundo y la literatura. Un día hablamos de una de las definiciones que aparece en el Debrett’s Etiquette and Good Manners -una auténtica biblia de las buenas maneras británica-, sobre la elegancia.  Era una definición del Cardenal Newman, según la cual la elegancia es no hacer daño a los demás. Se había fijado en ella mi marido y yo se lo dije a Carmen. A partir de ahí se nos ocurrió que teníamos que hacer una reinterpretación del Debrett’s a través de la literatura, el cine, la filosofía, etc. y escribir casi un tratado no tanto de buenas maneras como de reglas no escritas. Y decidimos que debíamos hacerlo con el humor como hilo conductor, porque no pretendíamos dar clases, sino compartir nuestra observación, investigación, experiencia y meteduras de pata y porque sabemos, como decía Evelyn Waugh, que la mejor manera de contar las cosas serias es el humor. Y las reglas de comportamiento, las escritas y las no escritas son fundamentales, porque son las que facilitan las relaciones entre los seres humanos, las que las hacen más gratas. Cada “tribu”, además, tiene las suyas. Lo mismo da que sean skaters, que aristócratas, cada grupo tiene sus normas e incluso su lenguaje y gracias a ellos se establece el sentimiento de pertenencia. Lo de elegir el cubierto adecuado es lo menos importante. Aunque está claro que conocer todas las normas pautadas otorga una cierta ventaja. Empezando porque el que las conoce es el que sabe cuándo puede saltárselas alegremente sin hacer el ridículo. En España como en el resto del mundo ha habido momentos en los que había normas muy encorsetadas y absurdas. En realidad las normas aparecen para favorecer el funcionamiento de la sociedad y cada una suele tener su razón de ser. Lo que pasa es que, en algún momento, se dibujan algunas simplemente para echar a los otros. Desde las clases más adineradas, por ejemplo. Y esas reglas, vacías de contenido, son las que rechaza mucha gente. Pero cuidado, que hay quien rechaza lo que no debe y se convierte en uno de esos horribles personajes que se llaman a sí mismos “auténticos”, que se creen mejores por poner los pies sobre tu mesa, no acudir con el código de vestuario que les has pedido o meter los pelos en la sopa. Esos mismos son los que suelen sobrevalorar la verdad y decirte esas “verdades como puños”, que jamás les preguntaste y que no aportan absolutamente nada: solo sirven para hacer daño. Cuidado con la verdad: puede ser muy peligrosa y muy dañina. Conocer las reglas no escritas, por ejemplo, sirve para eso. No para mentir, sino para no decir lo que no nos han preguntado si no va a causar nada más que dolor. O para aprender que no hay ningún otra arma de seducción comparable a la de escuchar. Todo eso lo contamos Carmen y yo en un libro en el que, además, descodificamos a los hombres y a las mujeres o hablamos de los perfectos impostores e incluso les proporcionamos pistas para la impostura filosófica, literaria o gastronómica.

¿Cuál es el panorama actual del mundo editorial enfocado en los periodistas que escriben sobre periodismo o sobre ficción? ¿Reciben interés?

El problema es que una cosa es que los periodistas escriban sobre periodismo y otras que pretendan que solo por ser periodistas pueden escribir ficción. Ni siquiera todos los periodistas están capacitados solo por ser periodistas para escribir un libro, sea de lo que sea. No es lo mismo contar en un folio o en diez que en cuatrocientos. Hay mucha gente que se lanza a escribir y lo hace sin tener nada que contar y tampoco una mirada personal para hacerlo. Muchos periodistas aprovechan sus éxitos televisivos o radiofónicos y se ponen a escribir después de no haberlo hecho desde el principio de sus carreras ni haberse interesado jamás por la escritura y eso hace que aparezcan muchos libros que no tienen interés y que no deberían publicarse. Y lo que es peor, a veces incluso tienen éxito porque los compran sus fans aunque, en ocasiones, ni siquiera los lean. Es el poder del mundo audiovisual. Pero lo más grave es que esa explosión de periodistas escribiendo hace que no se diferencie a los escritores de los que no lo son. Y que de igual la trayectoria del periodista que sí es escritor. Entonces, hay libros que reciben interés mediático solo por ser de periodistas mediáticos, pero que no tienen ningún interés literario y hay libros de periodistas/escritores que interesan por su calidad. Y hay otros que pasan desapercibidos porque no tienen calidad suficientes o porque no han conseguido el interés mediático suficiente.

¿Cuál es el último libro escrito por un periodista que has leído, ya sea sobre periodismo o no, y que recomendarías?

Yo no leo libros sobre periodismo. A lo mejor algún estudio sobre comunicación, tecnologías, redes, etc., para estar al día de lo que va sucediendo. Leo sobre filosofía, literatura, arte, ciencia, etc. Creo que la mejor manera de entender el periodismo y de ser periodista es mirar al mundo y a las disciplinas por las que se rige. Pero sí leo lo que escriben algunos periodistas. Por ejemplo, acabo de leer la última novela del periodista argentino Jorge Fernández Díaz, titulada El puñal. Es una novela negra espectacular y muy recomendable. También te diré que he “tirado a la piscina” en el sentido figurado (Umbral lo hacía en el literal) algunos libros de periodistas que no me han gustado nada, aunque también de escritores. Leo mucho y, como me queda tanto por leer, no quiero perder el tiempo leyendo cosas que no me interesan. O mejor dicho, que no me emocionan.