La joven editorial Libros del K.O. (@librosdelko) afirma acercarse a sus potenciales clientes (periodistas y escritores) con “mucha honestidad”, dejando claro que no poseen “intereses ocultos”. De hecho, según su cofundador Álvaro Llorca (@alvaro_llorca), su intención principal es ofrecer al público “algo que merezca la pena”. Libros del K.O. ha llegado al panorama editorial sin hacer demasiado ruido, pero ha acabado armando un importante jaleo de la mano de unas obras publicadas con mimo y esmero y que vienen firmadas por figuras emergentes de la literatura y grandes clásicos del periodismo reflexivo y de largo aliento.
¿Qué aporta a un lector la lectura periodística en formato libro?
El periódico es un artefacto maravilloso, un asombroso compendio de las cosas más importantes que ocurren a nuestro alrededor. Pero, por su propia naturaleza, no alcanza a sumergirse en el fondo de las cosas. Un libro, por contra, permite tejer relaciones insospechadas, desplegar pensamientos sorprendentes y ordenar toda la historia de una manera insólita. Desde esta perspectiva, el libro permite explorar más a fondo los temas, buscar la belleza y la trascendencia con más ambición y creatividad.
¿Cuál es la intención editorial de Libros del K.O.?
Queremos pasarlo bien editando libros y que nuestros lectores también lo hagan al leerlos. Que nuestros libros permitan descubrir continuamente cosas que no se sabían, y que ese proceso nos enriquezca (hablo en lo espiritual, porque de lo otro…)
El desempleo y la música os condujeron a conoceros y a emprender con la editorial. ¿Cómo se dio tal conexión?
Efectivamente, nos conocimos en un festival de Benicàssim. Luego, el proyecto se fue asentando a base de cervezas sonámbulas y de muchas conversaciones en las que descubrimos que teníamos pensamientos muy parecidos acerca del periodismo. Una concepción del periodismo algo lúdica, pero trascendente. Ningún medio nos ofrecía la profundidad que anhelábamos, así que decidimos probar por nuestra cuenta, al margen de los resultados que eso pudiera tener. Solo queríamos quedarnos a gusto. De hecho, el lema de nuestra editorial dice: “todo va a salir mal y nos parece estupendo”.
Sois un ejemplo de que se puede emprender en tiempos de crisis. ¿Cómo conseguisteis hacer sostenible vuestra editorial?
Cuando empezamos con la editorial, la gente nos decía: a los tres años, la editorial irá como un tiro. Ahora que llevamos tres años y medio, la gente nos dice: a los cinco años, la editorial irá como un tiro. Las cosas siguen siendo muy difíciles, pero eso nos importa lo justo. En nuestra escala de valores lo primero es hacer lo que nos gusta. En otras palabras: la editorial es sostenible gracias a unos sueldos muy bajos y a muchas horas de trabajo.
¿Por qué dais prioridad a las crónicas y reportajes de largo aliento? ¿No había cabida para ellos en otras editoriales hasta vuestra irrupción?
Cuando llegamos había libros periodísticos en algunas editoriales grandes, pero no había ninguna especializada en periodismo. Y las editoriales grandes suelen apostar por autores que ya están consolidados. Había muchas propuestas de autores jóvenes en las que nadie reparaba, y nosotros quisimos prestarles la atención que se merecen. Luego, tratamos de apuntalar nuestro catálogo con algunos clásicos y con algunos autores más consagrados.
¿Cómo llegan nombres de la talla de Ramón Lobo, Enric González y Marcos Abal a confiar en un sello tan joven como el vuestro?
Sería más justo preguntárselo a ellos. Nosotros nos acercamos a ellos con mucha honestidad, explicando que no tenemos intereses ocultos, que nuestra intención es crear un ambiente de trabajo cómodo, en el que podamos aprender unos de otros, y que nuestro interés último es ofrecer un producto que merezca mucho la pena. Ya hay muchos paladines del periodismo independiente: nosotros solo queremos hacer algo que merezca la pena.
¿Qué suponen Internet y las redes sociales para el periodismo y para el trabajo de periodista?
Un uso inteligente de internet nos permite ser más sabios, por la cantidad de información que pone a nuestra disposición de una manera cómoda. Además, mucha gente que antes no tenía voz, ahora la tiene. Pero hay que saber discriminar, ser pacientes y prestar atención a la gente que nos ofrece algo nuevo. Quedarse con lo bueno. Al fin y al cabo, en Internet encuentras cosas muy parecidas a las que encuentras fuera de la red. Si en la vida real no hacemos caso a los que más gritan, tampoco deberíamos hacérselo en internet.
¿Es la escritura de libros una vía a considerar para los periodistas deprimidos de la crisis?
Imagino que hay muchas razones para escribir un libro. Una de las motivaciones que más me gustan es la que cita Francisco Peregil en la introducción de Estamos bien en el refugio los 33. Dice así: “a veces, en medio del flujo de información constante, aparece una historia memorable que exige su tiempo y su espacio para ser narrada. Uno se queda con la impresión de que puede convertirse en mejor persona con solo dedicarle la atención que merece”. Me parece que es necesario sentir ese impulso a la hora de escribir un libro, aunque imagino que hay mil teorías, y que habrá gente capaz de escribir grandes libros casi sin proponérselo.
¿Qué futuro le depara a la profesión de periodista? ¿Cómo debe ser el periodista de mañana?
El periodista hoy en día tiene que estar muy despierto ante cómo está evolucionando la profesión: conocer los intereses de la gente, las nuevas herramientas de trabajo y las formas más adecuadas para compartir cada información. Pero más allá de formatos o dispositivos, el buen periodista será capaz de encontrar historias importantes, y sabrá contarlas de una manera que interese a la mayor cantidad de gente.
¿Cuál es el panorama editorial general que percibís sobre todo en el caso de los libros escritos por periodistas? ¿Reciben interés?
No creo que haya solo un tipo de libros escritos por periodistas. Por ejemplo, están las clásicas hagiografías de políticos que se publican justo antes de elecciones. Apostaría a que dentro de unos meses nos encontramos al profesor de primaria del político de turno, en las páginas de un libro, afirmando que su joven alumno siempre tuvo madera de presidente. Probablemente esos libros se vendan bien, pero a nosotros no nos interesan, por oportunistas y parciales. Los libros que nos gustan no reciben mucho interés, si los comparamos con obras de periodistas famosos o con títulos de ficción. Un amigo dirige una editorial de ficción y hace poco me contó que sus libros de periodismo apenas se habían vendido. La editorial Debate sacó una colección que se llamaba “La ficción real” -con títulos verdaderamente asombrosos-, pero la cerró al no cumplir con sus expectativas. Nuestros libros reciben el interés necesario para que sigamos adelante. Eso sí, los lectores que reparan en iniciativas pequeñas como la nuestra sí que merecen un monumento. Por lo general es gente que va más allá de los grandes discursos publicitarios y que aprecia apuestas más artesanales, como la nuestra.