El periodista Marcos García Martí (@elplumilla) lo ha tenido fácil para componer su ópera prima como escritor, Temporada de cizaña. Ha barnizado la base del recipiente para el pastel con una capa de experiencias vividas en sus ocho años de duro trabajo en RTVV, la ha suavizado con un pellizco de ficción, lo ha rellenado con una ingente cantidad de tramas y corruptelas perfectamente factibles en el ya desaparecido ente público y lo ha espolvoreado con una dosis de investigación periodística protagonizada por dos plumillas de la vieja (y esperemos que también de la actual) escuela. Resultado: una novela negra que viaja sobre una fina línea entre la realidad y la mentira más realista, con un asesinato como punto de partida y personajes con mucho que ocultar.
¿Cómo definirías el periodismo?
Es ver que algo ocurre, ver cómo tratarlo y hacerlo inteligible para que la gente sepa cómo actuar. Como sucede con la comunicación corporativa: no solo es generarse buena prensa, sino hacer algo positivo en la empresa y comunicarlo.
¿Qué te aporta cada sector en el que te mueves a nivel profesional: periodismo, estrategia comunicativa y escritura de libros?
Comparten el tenerme a mí como a un cuentista: entré en Periodismo porque me gustaba escribir, pero como no me daba para vivir y quería algo más lucrativo, me metí en comunicación corporativa. Y, claro, sin todo este bagaje nunca hubiera podido escribir un libro. Todo va unido.
¿’Temporada de cizaña’ en una frase?
Fácil. Es una novela negra que trata de sacar provecho de las corruptelas de esta comunidad autónoma en los últimos ya no 10, sino 20 años. El mediterráneo ha sido desde siempre un terreno abonado para la corrupción, ya que enmarca terrenos cerrados, en los que la política va unida a la familia y es fácil entrar en ese tipo de tramas.
¿Cuál es la razón de ser del título?
La palabra ‘cizaña’ es ya de por sí una palabra cizañera, llama la atención. Es una planta que dificulta que el trigo crezca, como sucede con los corruptos, manipuladores que tuercen el progreso de la gente en beneficio propio durante el tiempo que dura una temporada televisiva.
¿Eran los tejemanejes de una televisión pública la base y el escenario perfectos para una novela negra?
Sí. El género negro lo he mamado desde pequeño, ya que mi madre era fan de Hitchcock y a mí me fascinaba. En el libro comparo personajes con los clásicos del negro: las mujeres fatales, los buenos que son desgraciados y los malos que son muy malos. La forma, la novela, y el fondo, los entresijos de RTVV, ya los conocía. De hecho, inicié su escritura en 2008 cuando salí de la televisión y el germen de la corrupción ya estaba allí. Conocí a gente que hoy está imputada y se veía venir a poco que rascases.
¿Cuál es el balance que haces, como ex trabajador de RTVV, de todo lo que ha pasado en los últimos años en el ente público?
Que ha habido un gran expolio en el que parte del patrimonio se ha esquilmado hasta el hueso y lo que queda ya no sirve ni para hacer caldo. Había gente que chafaba cabezas por subir, ‘corchos’ que siempre estaban por encima de la mierda y la ‘infantería de línea’, a la que yo pertenecía, que ni saben dónde van ni por qué, solo que tienen que avanzar y sacar el trabajo adelante. La verdad es que no me implicaba mucho en lo que hacía, ya que prefería llegar a casa tranquilo, sin problemas. A este grupo también pertenece Aurelio, el protagonista del libro: un hombre íntegro, que no se vende. Los que eran como él en RTVV fueron los primeros en irse, los que no se arrodillaban ante los superiores y levantaban la televisión; no los directivos. Por su parte, los sindicatos no funcionaban demasiado mal, lo que pasa es que cuando algo está corrupto, todo se acaba corrompiendo, aunque no siempre.
Parece que hay más de realidad que de ficción en tu libro.
No exactamente. Se basa en hechos reales, en experiencias compartidas, para qué decir lo contrario, pero es una ficción. Hay opiniones de los personajes que recogen el sentir de muchos de los que trabajamos allí, sobre todo en Aurelio. Vamos, yo me iría a tomar una cerveza con él tranquilamente. También hay personajes que se parecen, incluso físicamente, a personas que he conocido, son arquetipos, no estereotipos.
¿Cómo conseguiste ‘enganchar’ Eugeni Alemany para escribir el prólogo del libro?
Fue un atraco y que aceptó como buen amigo. Eugeni tiene una velocidad mental brillante, capaz de reírse de sí mismo y le admiro. Se vio muy damnificado porque estaba haciendo programas muy buenos que fomentaban la cultura y la identidad valencianas Como Eugeni, había profesionales estupendos y que Canal 9 exportó a nivel nacional. Los que aguataron en el ente público se han quedado en la calle y muchos en edades muy difíciles.
¿Y qué opinas de las intentonas por mantener RTVV a través de Internet?
Que se quedaron en eso, en intentonas. En RTVV hacían programas geniales, nada caros. Pero se han perdido y veo muy complicado que se vuelvan a repetir.
¿Habrá otra radio y otra televisión autonómicas en esta comunidad?
No lo sé. Esta había que cerrarla para poder abrir de nuevo de manera renovada, pero no sé cuándo. Está claro que no va a empezar de cero de la misma forma, ya que costaría mucho dinero y siguen habiendo muchos vicios que condicionan la gestión.
¿Cómo ves el panorama del periodismo valenciano actual en consecuencia?
No lo veo. Valencia nunca ha tenido una industria mediática, nunca ha habido formación hasta no hace mucho. Es una ciudad muy provinciana, ya que carecemos de medios que pongan en jaque a la política y que toquen temas de cultura de forma amplia. Es difícil que mejore la situación. Solo hay que ver el ejemplo del cierre de la delegación en la Comunitat Valenciana de El País. Eso solo pasa aquí. El periodismo de calle que mete al público contra las circunstancias se ha perdido.
¿Y el del mundo editorial enfocado a periodistas que escriben libros? ¿Reciben interés?
Yo sí que lo tengo. El periodista da un punto de valor a los libros. De hecho, mis escritores favoritos son periodistas como Orwell. Cuando me siento a escribir me planteo que hay cosas que quiero contar, no como en un periódico. Entré en periodismo porque quería cambiar las cosas y en un libro puedes hacerlo más allá de la nota de prensa.