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“El periodismo es un oficio de constancia adaptable a las nuevas realidades”

"El periodista debe fiscalizar al poder y el ciudadano debe poder conocer en qué le están mintiendo"
“El periodista debe fiscalizar al poder y el ciudadano debe poder conocer en qué le están mintiendo”

Rigor en la información, contraste y verificación de datos, imparcialidad, objetividad y claridad. Bajo los clásicos, pero eficaces y necesarios pilares del periodismo puro ha basado su carrera profesional la periodista Lorena Ortega (@lortepla) desde que en su juventud le picara el llamado “gusanillo de la información”, que le llevase a dedicarse a este duro, pero a la vez gratificante trabajo. Ortega es actualmente colaboradora del diario El País para el que cubre la información provincial de Castellón.

¿Has migrado a la lectura de prensa a través de la tableta o del móvil o todavía eres de las que (simbólicamente) se pringan las yemas de los dedos pasando páginas de papel?

Creo que las dos formas de lectura son complementarias. Sigo prefiriendo el papel porque te aporta una lectura más reposada, más enfocada al análisis y a la comprensión. Suelo hacer una primera lectura de los principales diarios en papel y durante el día consulto constantemente los diarios online. Utilizo el ordenador también para leer las ediciones de los diarios que se avanzan a medianoche y, como es lógico, los diarios digitales. Así que podría decirse que soy más asidua a la lectura ‘en pantalla’ por necesidad y comodidad, pero siempre que puedo me doy un lujo con el papel.

 ¿Cómo definirías el buen periodismo?

Veo el buen periodismo como aquel que ejerce el control a los poderes públicos, que es capaz de discernir aquello que realmente importa o le es útil al ciudadano y lo sabe contar con rigurosidad y claridad. Pero también aquel periodismo que cuenta historias sociales que están ocultas a la mayoría, que lo hace sin sensacionalismo y que contextualiza las causas y consecuencias de una situación concreta. El buen periodismo debe ser útil e interesante al ciudadano y el periodista debe conseguir que así sea.

¿Por qué te enfrascaste en esta tarea, muchas veces mal pagada y desagradecida, de contar y comunicar?

En los primeros años de instituto empecé a escuchar mucha radio, sobre todo programas deportivos, y me empezó a surgir eso que se llama ‘el gusanillo’ del periodismo. Estudié la carrera porque es lo que quería hacer y porque no me veía haciendo otra cosa. Durante aquellos años aprendí a respetar este oficio y a soñar con poder vivir de él porque eso ya era demasiado. Sabíamos que está mal pagado y es desagradecido, por algo es vocacional.

¿Qué es lo más duro y lo más gratificante que te ha dado el periodismo?

Se puede decir que el periodismo es un oficio duro en sí, en el que hay que echar muchas horas y tener mucha constancia para buscar noticias cuando parece que no las hay. No es un trabajo cómodo y muchas veces estás muy expuesto y en situación de vulnerabilidad, sobre todo en el ámbito local. Pero por eso es tan gratificante cuando consigues publicar informaciones que llevas semanas persiguiendo o cuando cubres grandes acontecimientos. Entre los últimos, el juicio a Carlos Fabra, por su importancia a nivel local y porque puso fin a diez años de proceso.

¿Qué debe contener un artículo o reportaje político para que tenga calidad y obtenga credibilidad?

Los requisitos de un artículo político son los mismos que debe contener cualquier otro: rigor en la información, contraste y verificación de datos, imparcialidad, objetividad, claridad. Quizá un plus de desconfianza: hay que poner todo en duda (también y a veces especialmente lo que dicen los gabinetes o fuentes oficiales) y realizar un trabajo de seguimiento y control constante de la labor política. El periodista debe fiscalizar al poder y el ciudadano debe poder conocer en qué le están mintiendo.

¿De qué manera ha ejercido la prensa un papel principal en el ajusticiamiento e, incluso, encarcelamiento de políticos corruptos y ahora condenados por fraude fiscal como Carlos Fabra, cuyo caso conoces muy de cerca?

La prensa ha jugado sin duda un papel destacado, no en la condena, porque para eso están los jueces, pero sí para dar a conocer el caso, las acusaciones, el enriquecimiento durante sus años al frente de la diputación (unos ingresos cuyo origen se desconoce) y para que el caso no cayera en el olvido durante los diez años de proceso y se convirtiera en un símbolo de la corrupción por su cobertura mediática. Algo habrá tenido que ver la prensa para que Carlos Fabra buscara silenciar a los medios que informaban sobre él. Algunos no se la jugaron. No es fácil ir contra el poder y menos en un ámbito tan reducido como el de Castellón. Pero lo importante es que alguien lo haga. También he de decir que empecé a colaborar con El País cuando el caso estaba en su fase final, con apertura de juicio oral, y cuando informar del caso Fabra era básicamente controlar los pasos judiciales. El trabajo duro ya lo habían realizado antes unos pocos periodistas. El juicio, eso sí, fue uno de esos momentos que se viven como un chute de adrenalina porque sabes que estás ante un hecho histórico (enmarcado en el ámbito local), que lo estás viendo y que lo puedes contar.  Una parte esencial del periodismo es denunciar injusticias, y cuando tienen punto final es toda una satisfacción.

¿Existe esperanza para el buen periodismo a través de los medios nativos digitales o los tradicionales adaptados (o no) al digital? ¿Qué queda por hacer en periodismo?

Por supuesto. Creo que existe esperanza para el buen periodismo sea cual sea su soporte, pero el digital ofrece muchas más ventajas, por ejemplo, para su difusión y nacimiento de nuevos medios. La crisis ha hecho que la mayoría de medios prescindan de grandes firmas que luego han fundado o participado en nuevos diarios digitales que ya nacen con la calidad de la experiencia y que, además, están experimentando nuevas fórmulas de empresas periodísticas. Y esto es más que interesante. El periodismo no depende del soporte que se utilice, aunque deba adaptarse, sino de la forma de trabajar del periodista. El problema es cuando en el medio digital prima la rapidez a la calidad en lugar de ir unidos. ¿Qué queda por hacer? Todo. El periodismo no es un oficio de objetivos, sino de constancia, adaptable a las nuevas realidades. Entre lo que le queda por hacer, hay que conseguir que los ciudadanos vean el periodismo como imprescindible, porque ahí reside el futuro de la profesión y porque es fundamental para tener una democracia sana. No toda la responsabilidad es del sector, pero es necesario que hagamos información que esté a su servicio, que sientan que lo que ven, leen o escuchan les es útil para su día a día, para tomar decisiones.

¿Se hace actualmente un buen trabajo periodístico a través de las redes sociales?

Las redes sociales son una herramienta más para el periodista. Considero que lo que se viene llamando ‘periodismo ciudadano’ son testimonios masivos que deben tener su correcto tratamiento, que en muchas ocasiones proporcionan documentos únicos (fotografías, videos) que sería imposible conseguirlos de otra forma dada la tendencia a la reducción de corresponsales. Las redes también ofrecen al periodista una forma rápida y concisa de transmitir y difundir información, pero son meros titulares que hay que ampliar después con un formato más elaborado. Sí hay casos de buenos trabajos que han utilizado exclusivamente las redes y que han sido debidamente premiados, pero creo que es un campo todavía por desarrollar.

¿Cuál es el último libro que has leído sobre periodismo y que recomendarías?

Más que libros sobre periodismo en sí, suelo leer libros escritos por periodistas. El último, Peor habría sido tener que trabajar, de José Yoldi, pero entre los últimos también destacaría Memorias líquidas, de Enric González. Recomendaría a aquellos que quieran ser periodistas Todos los hombres del presidente, el libro de Carl Bernstein y Bob Woodward sobre su trabajo de investigación del caso Watergate.