La periodista y presentadora de TVE Conchín Fernández un día cogió sus bártulos, abandonó su trabajo y un buen sueldo y se embarcó en un viaje tan duro como apasionante al Congo para ejercer como Responsable de Proyectos de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID). Y todo este periplo experiencial, que le llevó a conocer a su actual pareja, ha tenido como fruto reciente un libro biográfico, Querido Noah, en el que Fernández le narra a su hijo sus orígenes congoleños.
¿Cuál es el panorama actual del Congo y qué balance haces de tus años allí como periodista y responsable de proyectos de AECID?
El Congo es un estado fallido, uno de los países más pobres del mundo, que se mantiene gracias a la ayuda de la comunidad internacional. Mi etapa de Responsable de Proyectos de la AECID me permitió conocer de cerca los proyectos que España estaba desarrollando allí. En Salud, nos centrábamos en la reducción de la mortalidad materno-infantil, y en Educación, nuestra prioridad era el acceso a la educación y la mejora de la calidad de la misma, que se conseguía mediante la construcción de escuelas y a través de la formación de los profesores. El balance ha sido muy positivo, tanto profesional como humanamente. En el Congo aprendí a vivir de una manera más humana, más feliz y más valiente. Los congoleños me han enseñado a ser alegre aún en las situaciones más difíciles, a no tener miedo al fracaso, a ser emprendedora para poder salir adelante. Como periodista, el Congo me pareció un lugar fascinante. Es un país con una historia muy dura que los congoleños siguen sufriendo. Pero en medio de ese sufrimiento, te encuentras con personas excepcionales que solo encontrarías en un lugar tan excepcional como aquel.
¿Cómo nace Querido Noah? ¿Qué tiene de realidad y de ficción?
Querido Noah es una historia real en la que relato a mi hijo sus orígenes congoleños. En resumen, le explico qué es lo que ha ocurrido para que él venga a este mundo: cómo una presentadora de la televisión que lo tenía todo, un buen trabajo, un buen sueldo, lo deja todo para marcharse a vivir al país más pobre del planeta. Ella quería mejorar la vida de otras personas, pero lo que no esperaba era que África la transformase de un mundo tan brutal. En África me han ocurrido muchas cosas que cuento en el libro, entre otras, descubrí al amor de mi vida, un congoleño que se convirtió en el padre de mi hijo.
¿Qué supone para una periodista acostumbrada a la fugacidad de las noticias diarias la escritura de un libro?
No tiene nada que ver. Este libro me ha exigido una disciplina de casi año y medio, escribiendo una media de diez horas. Yo lo comparo a unas oposiciones. En mi caso, se unía que empecé a escribirlo cuando estaba embarazada de seis meses y lo terminé cuando el niño tenía poco más de un año y, como estaba sola con él, ha sido muy duro para mí. He escrito, sobre todo, de noche, aprovechando cuando dormía. Ha sido agotador, pero cada vez que veía su carita, me animaba a continuar.
¿Cuál es el panorama actual del sector editorial enfocado a los libros de ficción o de periodismo escritos por periodistas?
No lo sé. Yo cuando terminé de escribir mi libro lo envié a Plaza y Janés y a la semana me dijeron que les había encantado y que lo compraban. Las críticas de las revistas literarias y de los lectores están siendo muy bonitas, lo cual agradezco de corazón. Porque cuando uno se abre de una forma tan sincera, da miedo. Sin embargo, muchísima gente me envía cartas muy bonitas diciéndome lo mucho que le ha gustado el libro y me digo a mi misma: “Ha merecido la pena tanto esfuerzo”.
¿Cuál es el último libro sobre periodismo que has leído y que recomendarías?
Ahora mismo estoy releyendo las memorias del periodista Henry Morton Stanley, que se convirtió en el explorador africano más importante de todos los tiempos. Fue el descubridor del Congo Belga y recomiendo leerlas.