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Julio Camba, el periodista que no disfrutaba nada escribiendo

"Camba tenía una faceta de analista que toma la parte para describir el todo"
“Camba tenía una faceta de analista que toma la parte para describir el todo”

El gran columnista Julio Camba decía que “trabajaba en un periódico que se hacía solo”. A nosotros nos cuesta un poco más, pero el historiador Francisco Fuster nos ha facilitado la tarea, sobre todo, a la hora de conocer más de cerca a uno de los periodistas más influyentes del siglo XX y a una de las firmas más prestigiosas del diario ABC.

¿Cómo se podría definir a Camba como periodista?

Camba fue un periodista vocacional, de formación autodidacta, que no creyó jamás en facultades ni escuelas de periodismo. En realidad, y pese a que tengamos de él la imagen de un escritor consagrado y de prestigio, yo lo definiría como un superviviente de la pluma que, como muchos de sus compañeros de oficio, empezó como “redactor de mesa” en esas efímeras publicaciones del Madrid de principios de siglo en las que firmar los artículos era todo un privilegio (cobrarlos, un milagro). El éxito solo le llegó cuando, después de muchos intentos, halló la “fórmula mágica” en ese género híbrido entre la información y la opinión – la crónica – al que logró llevar a su máxima expresión. Fue entonces cuando los mejores periódicos requirieron su firma y cuando se ganó la fama de gran articulista que le acompañó durante varias décadas.

¿Quiénes han bebido de él en su profesión?

En España ha habido después de Camba muy buenos columnistas (Francisco Umbral o Vázquez Montalbán hasta Vicente Verdú o Manuel Vicent, pasando por Carmen Rigalt o Rosa Montero), pero nadie ha cultivado un estilo parecido al de Camba, sobre todo en su faceta de microsociólogo, de analista que toma la parte para describir el todo. De los actuales, hay tres ‘cambianos’ confesos – uno más veterano y dos más jóvenes – en los que sí se aprecia una clara influencia, si no en los temas, sí en el enfoque y en el tono que imprimen a sus artículos: Ignacio Ruiz-Quintano (ABC), Manuel Jabois (El País) y Jorge Bustos (El Mundo).

¿Qué tenía Camba en contra del “miserable que inventó la imprenta”?

A Camba no le gustaba escribir y, sobre todo, no le gustaba hacerlo por necesidad, que es como – por desgracia para él – siempre lo hizo. Podía escribir cómodamente una crónica semanal desde el extranjero, pero esa obligación de la entrega diaria, que pesa sobre el escritor de periódicos como una espada de Damocles, era incompatible con la existencia ociosa que a él le gustaba llevar. Esa vida de diletante que Camba lamentaba no poder permitirse, pues la necesidad de escribir pro pane lucrando le había transformado contra su voluntad en una especie de “fábrica de artículos”, como escribió en alguna ocasión. La mayor prueba de que no disfrutaba nada escribiendo es que solo escribió un libro ex professo (el resto fueron recopilaciones de artículos periodísticos y un par de novelas cortas), que fue La casa de Lúculo, y lo hizo únicamente porque la editorial se comprometió a pagarle por adelantado.

La obra Maneras de ser periodista (Libros del K.O., 2013) se define como “una suerte de antimanual desmitificador”, ¿qué mentiras se desmontan y a qué verdades se les da luz verde sobre el periodismo de la época de Camba?

Más que mentiras, lo que Camba hace en los artículos que reuní en esa antología es romper con esa aura celestial que rodea a la figura del escritor y a todo lo relacionado con su labor: el tópico de la inspiración, la falsa creencia en el éxito social y el bienestar económico de los literatos, etc. Ahí vemos que el periodismo es un oficio más, con sus grandezas y, por supuesto, también con sus miserias. La propia biografía de Camba es un ejemplo de lo difícil que le resultó abrirse camino en una época en la que los aspirantes a escritores que llegaban a Madrid procedentes de “provincias” – como se decía entonces – de la periferia española fueron muchos, pero solo unos pocos consiguieron vivir de su firma. Muchos, y algunos muy buenos, se quedaron en la cuneta y hoy son nombres que ni siquiera nos suenan.

¿Qué supuso el paso de Camba por ABC para la evolución y el estilo del periódico?

Camba llegó al ABC en 1913, cuando, tras ejercer como corresponsal en varias capitales europeas para periódicos de menor tirada (La Correspondencia de España, El Mundo y La Tribuna), empezó a destacar como ese gran columnista que luego demostró ser. Torcuato Luca de Tena, que pronto se dio cuenta de que ahí había un autor capaz de arrastrar al público, le hizo una oferta irrechazable y logró incorporarle a su ya selecta plantilla de colaboradores. Durante muchos años, Camba fue, si no la firma mejor pagada de ABC, una de las mejor pagadas. Además, coincidió con escritores de la talla de Azorín, Wenceslao Fernández Flórez o Ramiro de Maeztu, entre otros, que dotaron al periódico de un gran prestigio, no solo dentro de la España conservadora, sino entre los lectores más cultos y formados del primer tercio del siglo XX. Camba dejó el diario a principios de los años veinte y volvió en 1929, cuando le pidieron que fuese como corresponsal a Estados Unidos y anunciaron su retorno a las páginas de ABC como una noticia extraordinaria.

¿Qué comparten el periodismo de la época de Camba y el de hoy?

Mi opinión como simple lector de periódicos (antiguos y modernos), y desde fuera del gremio, es que en los periódicos españoles de hoy sobre información (Internet ha traído la inmediatez en la información y ha hecho que el diario en papel pierda buena parte de sentido informativo) falta opinión formada y bien argumentada, bien escrita. Como he explicado en los prólogos de mis ediciones de Camba, en España hubo una época en la que los periodistas no eran escritores “de periódicos”, sino escritores “en periódicos”. Eran autores con una vocación literaria y de estilo que, por circunstancias, se veían obligados a escribir en la prensa. Hoy en día la mayoría de periodistas son informadores que se limitan a eso: a trasladarnos información. Existe, por supuesto, el columnismo de opinión, pero son muy pocos los autores que escriban lo suficientemente bien como para poder ser comparados a los grandes del periodismo español de la primera mitad del siglo XX.

¿Crees que es bueno echar la vista atrás para fijarse en el periodismo de papel y tinta de antaño y llevar por buen camino al digital de hoy?

En el viejo periodismo de antaño, en el que hacían los nombres que he citado anteriormente y otros (Pla, Corpus Barga, Gaziel, Eugeni Xammar), se aprecia una clara intención de ir más allá de lo efímero y un esfuerzo por elevar la columna o la crónica a la categoría de literatura. Como decía Josep Pla, cuando un artículo del periódico es bueno se puede publicar después en formato libro. Si no pasa esa prueba (y hoy en día hay pocos periodistas que puedan publicar libros con sus artículos), es que la columna no está bien escrita o está escrita solo para el momento, para la coyuntura concreta.

¿Cuál era el encanto de la máquina de escribir con respecto al ordenador de hoy a la hora de desarrollar el trabajo de periodista?

En el caso concreto de Camba, él nunca escribió a máquina porque prefería hacerlo a mano. Así es como enviaba sus artículos a la redacción del periódico, donde algún copista se debía encargar de transcribirlo. Otros, como Azorín, empezaron escribiendo a mano y luego se pasaron – no sin dificultades y quejas – a la máquina, que tenía algunas ventajas (sobre todo para quienes tenían la ingrata tarea de leer los manuscritos y transcribir letras no siempre identificables), pero también el inconveniente de ser incómoda de transportar y de requerir un mantenimiento. En este sentido, supongo que lo del encanto es un toque romántico que tiene más que ver con la imagen que hoy tenemos de aquellas antiguas máquinas, que con la realidad de unos objetos que, en definitiva, no eran más que instrumentos de trabajo, como puedan ser hoy los ordenadores.

¿Algo más que te gustaría valorar o añadir?

Simplemente animar a todos los lectores – periodistas y no periodistas – de esta excelente página a acercarse a la figura de ese gran periodista que fue Julio Camba a través de algunos de sus títulos más clásicos, reeditados en los últimos años, o de alguna de las antologías que he preparado (junto con Maneras de ser periodista, he editado otras tres – Caricaturas y retratos [2013], Crónicas de viaje [2014] y Galicia [2015] – que ha publicado la editorial Fórcola, la última de ellas hace apenas unas semanas). Además de descubrir – si no la conocen ya – a una de las figuras más destacadas de la historia del periodismo español contemporáneo, aprenderán cosas sobre el oficio que, probablemente, no leerán en los manuales ni les explicarán en las facultades.