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“La tinta me mantiene unido a ese periodismo que me cautivó cuando era niño”

"El reportaje me permite contar la vida de los otros, empatizando y aproximándome al máximo a ellos"
“El reportaje me permite contar la vida de los otros, empatizando y aproximándome al máximo a ellos”

Cuando el público piensa en la profesión de periodista, una de las primeras imágenes que se le vienen a la cabeza es la de un señor con sombrero, gabardina y cámara de fotos con flash incorporado que recorre las calles en busca de noticias, de aquello que la ciudadanía desea saber y también contar. De la verdad. Aunque hoy el concepto se ha ampliado – y, en ocasiones, contaminado – bastante, un ejemplo de este tipo de reportero/ cronista, en su versión actualizada, es Andros Lozano (@AndrosLozano).

Este periodista valenciano, afincado en Sevilla, ha cubierto desde caravanas electorales hasta el Cónclave de elección del Papa Francisco, aunque se decanta sin dudarlo por el periodismo en profundidad, aquel para el que se requiere de paciencia, sosiego y reposo. Colabora en El Mundo, El País, tintaLibre, Universo Centro (Colombia), El Heraldo (Honduras), La Marea y La Sexta, entre otros medios. Actualmente prepara un gran proyecto de reporterismo que le llevará, en el primer trimestre de 2015, a visitar y conocer de cerca los países de Centroamérica.

¿Sigues pringándote las yemas de los dedos con las páginas de papel o has migrado definitivamente al digital?

Lo reconozco, sigo siendo un nostálgico del papel. La tinta me mantiene unido a ese periodismo que me cautivó cuando era niño. De todos modos, no soy ningún fundamentalista de las ediciones impresas. Fíjate, entre semana suelo leer más en dispositivos electrónicos pero los fines de semana trato de comprar diarios impresos, aunque también haga una lectura de medios sólo digitales como El Confidencial, infoLibre o ElDiario.es. Lo que siempre compro en formato impreso son las revistas. Al menos las que circulan en España, como tintaLibre o Fiat Lux, a las que estoy enganchado. Otras, como Gatopardo o Etiqueta Negra, tiendo a leerlas por internet.

¿Qué caracteriza al buen periodismo?

El buen periodismo tiene muchas características como el rigor, la honestidad o la multiplicidad de testimonios. Sin embargo, más allá de contarme cosas, sea sobre un caso de corrupción o la historia de un narco sin suerte, debe estar bien escrito, ser atractivo en cuanto a su estilo. En estos tiempos de exceso de información sólo destaca el periodismo que cuenta y lo hace bien, muy bien. Se me olvidaba: cada vez echo más en falta el contexto. Hay temas publicados en internet que carecen de él. Y, justamente eso, más allá del estilo, es lo que distingue a un buen trabajo de un gran trabajo.

¿Por qué te enfrascaste en esta tarea – muchas veces mal pagada y desagradecida – de contar y comunicar?

En realidad, yo elegí este tipo de periodismo, pero él también me llamó a mí. Fue algo recíproco. A mí me interesaba y soñaba con vivir de él, y por alguna extraña razón gente como Javier Caraballo, Ildefonso Olmedo, Javier Valenzuela o Miguel Ángel Villena apostaron por mí y por este tipo de historias. Precisamente, la crónica o el reportaje son, seguramente, los géneros mejor pagados. No se puede pagar lo mismo por acudir a una rueda de prensa de Pedro Pacheco, el ex alcalde de Jerez, para luego contar sus barrabasadas en media página, que pasar varios días, incluso semanas o meses, detrás de una historia.

¿Por qué te decantas por los reportajes en profundidad, los de “largo aliento”, a la hora de trabajar?

Desde muy niño me fascinaba convertirme en reportero, en viajar por mi país o por el mundo en busca de historias que contar. Contar la vida de los otros desde cerca, empatizando con ellos y aproximándome al máximo. Y el reportaje o la crónica son los géneros con los que más cómodo me encuentro. El periodismo narrativo debe ser extenso, ir al detalle, ofrecer riqueza en los testimonios, aportar datos y contexto. Y eso, unos cuantos párrafos, no te lo permiten. Los reporteros siempre llegamos tarde a la noticia pero luego nos quedamos hasta que no queda nadie. A buscar, a preguntar, a observar o a anotar impresiones sobre el terreno. Eso me gusta: tener tiempo para reposar las ideas y para pensar. Luego, aunque tratar de escribir bien para mí sea un tormento, el disfrute que uno obtiene es mayor. Los grandes reportajes, aunque tienden a perder espacio en los medios, a mí me da para vivir y no apearme del oficio. Hay un público minoritario, pero bien nutrido que demanda historias que transmitan olores, imágenes, datos, múltiples testimonios. Y, precisamente, la crónica o el reportaje le aportan al lector la visión global y, a su vez, la concreta de un hecho que en el día a día de un medio quizás se pierda en una columna o en un faldón bajo un titular informativo.

¿Se está desvaneciendo este tipo de periodismo?

Sí, es cierto que se está perdiendo por la crisis económica que atraviesan los medios. Pero no entiendo que lo que más se esté perdiendo es el trabajo de calle cuando es éste el que te aporta lectores. Y los lectores son dinero. Los medios han hecho un análisis simplista: el tipo que anda dos o tres días en la calle para hacer una historia de domingo no me sirve, es caro. Al lector se le engaña una vez, pero dos es muy difícil. El reporterismo es caro, muy caro, pero suele reportar beneficios, aunque no sea a corto plazo. Si fuera jefe, preferiría a un tío en la calle que escribiera desde su casa, bien pagado y con apoyo del medio, a decenas de periodistas cuyos superiores les impiden salir a la calle porque hay que editar un diario que, a la mañana siguiente, no va a tener grandes diferencias con los de la competencia. Pero claro, no soy jefe, y puedo estar equivocado, sin duda.

Has trabajado tanto en grandes medios como en medios alternativos y digitales, ¿con cuáles te quedas?

Yo no creo en esa idea caduca de grandes medios y medios alternativos. Creo en los medios que apuestan por contar historias de la mejor forma posible, por preservar su independencia de los poderes políticos y económicos, por cuidar al máximo la veracidad de sus informaciones. Y me da igual que se llame El País, El Mundo o tintaLibre. Todos tienen defectos y todos tienen virtudes. O que se trate de contar una historia de análisis político, de corrupción o de un evento deportivo.

- ¿Existe esperanza para el buen periodismo a través de los medios nativos digitales o los tradicionales ofrecen buenas prácticas periodísticas todavía?

Mientras en este planeta queden seres humanos, el periodismo existirá. Conocer qué sucede a tu alrededor, en mayor o menor medida, es una necesidad de las personas. Eso sí, en el buen periodismo no todo vale. El buen periodismo tiene cabida en cualquier lugar, tanto en los medios tradicionales que tratan de adaptarse a los cambios tecnológicos como en los medios digitales que tratan de rentabilizar sus visitas sin una edición impresa. Para mí, un excelente ejemplo de buen periodismo es infoLibre.es, que compagina la suscripción, la publicidad, la información diaria en su web y las grandes historias en su revista mensual tintaLibre. En Francia, a Mediapart, que es su socio inversor, le está funcionando muy bien. Y el futuro de este grupo en España parece que puede ser brillante porque se está consolidando en el presente.

¿Qué queda por hacer en el periodismo?

Todo. Por suerte es un oficio en continua reconversión. Al que no le guste eso, que se haga funcionario, con todos mis respetos. Tendrá sueldo fijo, calor en invierno y fresco en verano. Yo prefiero otra cosa.

- ¿Se hace actualmente un buen trabajo periodístico a través de las redes sociales?

Considero que las redes sociales son una magnífica herramienta para alcanzar a un público mayor del que ya tienes. Y también para contactar con personas que necesitas para alguna información de forma casi instantánea. Pero hasta ahí. El periodismo, reitero, es otra cosa.

-  ¿Qué destacas de tu libro El último héroe del Estrecho y de tu recorrido a través de las crónicas que lo componen?

Son cachitos de realidad contados con la mejor voluntad posible de adentrar al lector en historias atractivas, algunas que invitan al optimismo y otras que producen dolor. He viajado bastante para contar historias. Y seguiré haciéndolo. Ese es mi compromiso con el lector, además de intentar ser decente y respetuoso con él. Mi compromiso pasa por tratar de buscar y de encontrar historias que le expliquen al lector un poco mejor el mundo en el que vive.

- ¿Cuál es el panorama actual del sector editorial en el campo de los libros escritos por periodistas? ¿Reciben interés?

Creo que editoriales como la vuestra, Libros del KO, Libros.com o eCícero sois un ejemplo de que hay un público que necesita historias contadas por periodistas. Siempre las grandes editoriales han publicado libros escritos por periodistas, pero ahora parece que se está apostando por el gran reportaje y la crónica en los libros, y eso invita a la esperanza.

- ¿Cuál es el último libro que has leído sobre periodismo?

Hace solo unos días terminé la relectura de Crónica de una muerte anunciada, seguramente la mejor crónica que se vaya a escribir nunca. A veces, mientras la leo, pienso que Santiago Nasar es alguien a quien conocí antes de morir. Me obsesiona y me apasiona tanto aprender a contar bien que las lecturas de los libros que ofrecen buen periodismo me sirven para crecer narrativamente. Recomiendo también Crónicas quinquis, de Javier Valenzuela. Se trata de un buen puñado de crónicas de sucesos y de la mala vida contadas en El País por quien un día fue reportero de relumbrón y que ahora ya no está en la cabecera de Prisa.